miércoles, 10 de agosto de 2011

Las cosas cambian.

No, no os habéis equivocado, esto no es un concurso de obviedades. Es solo uno de esos pensamientos que a veces necesitas expresar para digerirlos, para que tu mente los metabolice y los asimile.

“Las cosas cambian": cuántas veces habremos usado esa frase para justificar conductas que no nos gustan o, simplemente, para justificar algo. Cuando deja de gustarte alguien es que “las cosas han cambiado entre nosotros. Le quiero, pero no del mismo modo…”. Cuando dejas de relacionarte con alguien es porque “ha cambiado mucho. Ya no tenemos cosas en común…”. Cuando pierdes la ilusión por algo es que “he cambiado tanto… Ya no soy el crío que le daba importancia a esas cosas…”.

Es increíble la capacidad que el ser humano tiene para autoengañarse. Las cosas no cambian solas, somos nosotros los que marcamos su rumbo con nuestros actos.

Pero supongo que eso es demasiado difícil de asimilar y supone demasiada responsabilidad que soportar.
Es mucho más fácil seguir pensando que “las cosas cambian” y que nosotros no podemos hacer nada por evitarlo. Hace que nos sintamos menos culpables por dejar escapar aquello que un día nos hizo felices.