jueves, 19 de mayo de 2011



Estaba sentada en el alféizar de la ventana, fumándose un pitillo a grandes bocanadas. Aparentemente había sido un día más, pero ella sabía que algo en su interior había cambiado y nada volvería a ser como antes.
Su primera reacción al ver aquella esquela en el periódico fue dudar. No recordaba con exactitud sus apellidos, y mucho menos el nombre de sus hermanos. Tuvo que rebuscar en las viejas agendas del instituto para asegurarse.
Después llegó la incredulidad. Era joven y gozaba de una buena salud, no sabía cómo podía haber pasado. Claro que la última vez que lo vio fue hace nueve meses.
Decidió que tenía que comprobarlo con sus propios ojos y se fue al tanatorio… y ojala no lo hubiera hecho. Cuando llego no sabía qué decir, qué hacer ni cómo presentarse. Al fin y al cabo, hacía mucho tiempo que ya no formaba parte de su vida.
Y, sin embargo, no entendía a que se debía el vacío que se apoderaba de ella. No lograba comprender porque lo seguía sintiendo tan suyo y aquello la tocaba tan de cerca. Aunque, en el fondo, creía saber por qué.
Tal vez lo suyo no había sido ni muy largo, ni tampoco muy intenso. Incluso puede que ni si quiera fuera bonito. Pero, sin embargo, no tenía ninguna duda de que había sido verdad.  

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